|
JOSÉ MARIA DAPENA RODRÍGUEZ
Mi nombre es Chema Da Pena , soy uno de los miembros fundadores de la Comunidade Xudia B´nei Israel de Galicia, constituida oficialmente después de un recorrido por una afectiva y casi familiar Asociación Xudea de Galicia, de la que quiero destacar a un pequeño pero efectivo grupo de personas repartidas a lo largo y ancho de la geografía gallega que han sido el autentico motor en la consecución de toda esta realidad, con todo un poso histórico hecho realidad en una Ribadavia muy activa y presente en la Red de Juderías de España, caminos de Sefarad. Desde mi tierra orensana hemos ido aportando en los últimos años, con el sentir del “ser judío” desde personas a celebraciones de nuestra propia tradición y cultura y es mi deseo expreso saludaros a todos los que formáis parte de Tarbut Sefarad y a nuestros lectores, diciendo que aquí está vuestra casa. De todos es sabido que a lo largo de nuestra historia nos ha venido sucediendo a un numero determinado de personas, ese caminar solitario e individualizado fuera del autentico y esencial concepto de los principios judaicos que es la Comunidad; ese maravilloso término que siempre he llevado conmigo “el ser judío” que mi propio padre aplicó también cuando ya era más que un adolescente y que simplemente hasta ese momento iba adivinando y descubriendo en la convivencia familiar por pequeñísimos símbolos externos como podía ser algún que otro libro o en mi caso particular un maravilloso candelabro de bronce (menorah, en mi casa había dos) que yo sabia, porque me lo decía el corazón, que aquello era más que un simple candelabro de siete brazos, lógicamente y fruto de una larga historia de todos conocida y de la que mi padre Ángel Da Pena Reija, no decía absolutamente nada y su mutismo era absoluto como el de otros muchos judíos; en esas épocas, pasado el tiempo, me entero que mi tío-abuelo David Doval Reija, que por cierto se hacia llamar Enrique había estado más de dos años preso en los campos de exterminio de Trier XII-D, en Mauthausen, con el nº 4533 y Gusen, siendo liberado por las tropas soviéticas el 5-5-1945. Es entonces y a partir de ahí que comienza mi caminar consciente al mundo al cual pertenezco y mi compromiso con nuestras raíces más ancestrales, mi primer acto simbólico y lo cuento casi como una curiosa anécdota es que; a mi primera hija, que hoy tiene treinta y un años le puse de nombre Eleazar (nombre de Varón) personaje que fue el jefe de la tribu de los Zelotes en la numantina defensa de Massada, del pueblo judío contra los invasores romanos, personaje que a mi me fascinó y de ahí el poner ese nombre a mi hija aunque este fuese nombre de varón. Me gustaría mostraros desde aquí un artículo sobre mi familiar, que fue escrito por el periodista Francisco García de Santa Cruz, allá por los años 90.
Un gallego en el Horror Este lucense de San Vicente de Coeo, en Pena Cobertoira, Nadela, Lugo, murió tranquilo, pero sin olvidar el horror sufrido durante dos años en el campo de concentración nazi de Mauthausen, en Austria. "Aún hoy soy incapaz de recordar aquellos años sin temor. Siempre que me acuerdo tengo pesadillas y duermo mal", indicaba Enrique Doval en una entrevista concedida en enero de 1995. En 1990 tomó la decisión de regresar a Mauthausen, convertido hoy en un museo del Holocausto. Su visita fue muy distinta a la que inició en 1943. David Enrique Doval había luchado en el Ejército republicano en la Guerra Civil y tras la victoria de Franco huyó a Francia para evitar la represión de la que fueron objeto "los rojos y judíos”, como él mismo indicaba. El Horror La llegada a Mauthausen fue la llegada al horror nazi. Se quedó en 35 kilos y sufrió todo tipo de vejaciones, al igual que el resto de los prisioneros, pero él tuvo suerte, ya que, según las estadísticas, 123.000 personas murieron entre los muros de alambre del campo austriaco. "Fue peor que Auschwitz"; aseguraba Doval Reija Mauthausen, que comenzó a construirse en 1938, y fue finalizado en 1941, era uno de los grandes campos de concentración nazis, aunque no tenía la condición de campo de exterminio, como el de Auschwitz, en los que ya en plena caída hacia la derrota, los nazis aplicaron la denominada solución final para eliminar lo antes posible al mayor número de judíos. En cualquier caso, en las duchas de la prisión austriaca también se gaseaba a familias enteras, cuyos cadáveres eran posteriormente eliminados en hornos crematorios. Doval, sin embargo, recordaba con especial horror los asesinatos individuales. "Cualquier excusa era buena para matar a alguien. Cuando llegaban contingentes de presos se hacía una selección. Los que servían para trabajar, sobre todo los jóvenes, eran separados, los que no, eran eliminados", indicaba, y añadía que "enfermar era muy peligroso. Si uno no podía trabajar, moría". Esta víctima del horror nazi afirma que "a veces, por la noche, entraban en los barracones, hacían levantarse a unos cuantos, y sin más, los ahogaban en unos bidones grandes que teníamos allí con agua". Enrique Doval tuvo suerte y buena parte de ella se debió, aparte de a su juventud, a un reloj de pulsera, del que se encaprichó un cabo de vara del campo. Ese vigilante fue su protector durante los dos años que permaneció en Mauthausen. Gracias a él consiguió que lo destinasen a la construcción de barracones en lugar de a la cantera cercana, un lugar donde los presos trabajaban hasta el agotamiento y donde muchos de ellos perdieron la vida. Mauthausen fue liberado el 5 de mayo de 1945, sólo tres días antes de que Hitler se suicidase en su refugio de Berlín. Ante la proximidad de las tropas aliadas, los nazis abandonaron el campo y huyeron. David Enrique Doval no esperó a que llegaran las tropas para marcharse del recinto del horror. "Con un grupo de valencianos cogimos una tanqueta alemana a la que le pintamos una hoz y un martillo y le colgamos una bandera republicana española. Rompimos las alambradas con una cadena y nos fuimos". Tal vez porque se fue antes de que llegasen las tropas, Enrique insistía en que habían sido los soviéticos los que liberaron el campo, cuando en realidad fueron los aliados. Doval fue uno de los pocos que lograron sobrevivir al horror con el paso de los años. Cuando la represión franquista disminuyó, regresó a Lugo, en donde trabajó "de todo". Llegó a la vejez con una pensión mínima de invalidez (12.000 pesetas, en 1995) y otra de pobreza (20.000 pesetas), pero muy satisfecho de vivir en una España democrática en la que podía "votar sin miedo". Sin embargo, el horror nazi quedó grabado en su mente hasta los últimos días de su vida. Nisan 26, 5772 Shalom Ubrajá.
José María Dapena Rodríguez
contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
|