
El caso de Miquel Segura es único en el mundo por su peculiaridad, y tiene su origen en circunstancias paradójicas y patéticas. Paradójicas por el hecho de que los chuetas, a pesar de su devoción católicamente adquirida, no fueron asimilados por la sociedad que les impuso el credo. Y patéticas porque no sólo los chuetas descendían de judíos: éstos no tuvieron la suerte de ser incluidos en el indulto linájico que la Inquisición dispensó, discretamente, entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII para los de “ralea judaizante”.